Estos meses de confinamiento obligatorio, a causa de la pandemia por el COVID-19, nos han dado tiempo para pensar en aquello que dábamos por sentado. Nos obliga a reflexionar sobre la manera como nos relacionamos con la naturaleza y en los efectos de nuestras acciones. El cese de las actividades, de los desplazamientos, del movimiento, nos ha permitido un tiempo necesario para hacer consciencia sobre los años de abuso y contaminación a los que hemos sometido el planeta. Este daño también se traduce en sonido, o más bien, en las ausencias de algunos sonidos que estamos condenando a desaparecer y otros que surgen de la mano del progreso. Esta pausa, sin embargo, nos ha permitido volver a escuchar sonidos de naturaleza que persisten, a pesar de las adversidades.
Muchos grupos y centros interesados en temas ambientales, como el caso del Instituto Humboldt, han invitado a los y las colombianas a grabar sonidos desde sus casas. ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana, es un ejercicio participativo en el que se invita a registrar los cambios acústicos perceptibles desde los lugares que habitamos. El Instituto Humboldt, al igual que otras y otros investigadores que trabajan el paisaje sonoro, están recogiendo grabaciones espontáneas de diferentes lugares del mundo, con el ánimo de construir una “fotografía” sonora de este momento extraordinario.
El interés por la Ecología Acústica no es nuevo para quienes hemos hecho parte del Seminario de Estética, adscrito al Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Icesi. Sin embargo, a diferencia de institutos como el Humboldt, quienes se ocupan principalmente de los estudios del paisaje sonoro para estudiar la naturaleza (biofonía y geofonía), los trabajos que hemos adelantado en la Icesi se han enfocado en el sonido como indicador de las prácticas y dinámicas de la ciudad (sociofonía y antropofonía). El primero de los proyectos que desarrolló la Universidad fue en el año 2008, cuando los profesores Enrique Franco y Joaquín Llorca se propusieron documentar los cambios en el entorno sonoro que podría traer consigo la implementación del transporte masivo de la ciudad de Cali. El supuesto era que la llegada del MIO (Masivo Integrado de Occidente) reduciría los niveles de intensidad sonora (decibelios) en las zonas por las que circularía. Cali Paisaje Sonoro se ocupó de documentar los cambios en los niveles de ruido en las áreas impactadas por el MIO. Los resultados del proyecto están alojados en un sitio web abierto al público. (www.icesi.edu.co/calipaisajesonoro)
El proyecto Cali Postales Sonoras (Margarita Cuéllar Barona y Joaquín Llorca - 2011) se propuso como una extensión de Cali Paisaje Sonoro en la medida en que su objetivo fue ampliar la documentación obtenida en el primer ejercicio (de carácter cuantitativo) e introducir la exploración y documentación de los entornos de las estaciones desde una perspectiva cualitativa. Es decir, el interés ya no estaba puesto en la medición de los niveles de ruido sino en reconocer la diversidad sonora de la ciudad a través del estudio de las áreas aledañas de algunas (10) estaciones del MIO. (www.icesi.edu.co/calipostalessonoras)
Fue a través de este ejercicio que llegamos a la estación de San Pedro, en el centro de Cali. Su cercanía con San Nicolás, el barrio que ha albergado la industria gráfica en por más de cien años, nos pareció relevante dada la manera como el sonido narra activamente la historia del barrio. El proyecto El sonido en el espacio urbano como patrimonio cultural: cartografías digitales para la preservación de la memoria sonora-espacial de la industria de las artes gráficas en el barrio San Nicolás (Santiago de Cali, 1894-2013), desarrollado con el apoyo de Colciencias, nos permitió ahondar en el estudio de un barrio que, a pesar de la llegada de nuevos medios de impresión digital más modernos y silenciosos, continúa haciendo sonar sus antiguas máquinas, creando así una especie de sinfonía industrial urbana (www.icesi.edu.co/cartofonias). En éste, el más grande de los proyectos sobre paisaje sonoro que hemos desarrollado en la Icesi, participaron investigadores e investigadoras de diferentes campos como la literatura, arquitectura, sociología, antropología, artes e historia (Margarita Cuéllar Barona, Joaquín Llorca, Mauricio Guerrero, Natalia Pérez, Ana Garay, John Ordoñez, Danilo Duarte, Adrián Alzate y Esteban Morera).
Entre el 2015 y el 2017, en el marco de la Maestría en Estudios Sociales y Políticos que cursaba la antropóloga Ana Garay, investigamos sobre el Parque Alameda, otro espacio importante en el imaginario de la ciudad de Cali. Era la primera vez que trabajábamos dos mujeres solas y el reto nos significó cambiar algunas de nuestras dinámicas. Esto nos hizo pensar en la necesidad de abordar los estudios de paisaje sonoro desde una perspectiva más amplia que permita incluir la experiencia de quien hace la escucha. Es decir, este proyecto nos mostraba que, así como luchábamos contra el oculocentrismo (buscando un lugar para el sonido y la escucha para el análisis urbano) debíamos considerar cómo la variable sonora tampoco recoge el total de la experiencia de quien documenta. Queríamos presentar unos paisajes sonoros “neutros” pero nos encontramos que no podían serlo dado que quienes grabábamos estábamos afectando esa captura con nuestras decisiones estéticas o con decisiones basadas en el miedo que sentíamos al grabar solas en el espacio público.
El último de los proyectos El paisaje sonoro como herramienta pedagógica en el aula: construcción de estrategias didácticas para su abordaje, como su nombre lo indica, se aleja de los estudios del paisaje sonoro urbano y se acerca a investigar el lugar del sonido en el aula. El Seminario tenía un interés claro por ahondar en temas de pedagogía, no sólo por la línea de trabajo que construimos en nuestra Licenciatura en Artes, sino porque entendíamos la importancia de pensar la educación desde lo sensible. En esta última etapa del Seminario participaron: Isabel Arciniegas, Alberto Ayala, Maria Isabel Galindo, Angela Guzmán, Lorena Marín, Estefanía Mejía, Joaquín Llorca y Leidy Vargas.
Luego de más de 10 años de pensar el sonido y de escuchar a Cali, esta revista se propone como una especie de cierre a un ciclo de trabajo. Cuando digo cierre, no lo digo porque ya no nos interese el sonido o porque hayamos dejado de pensar en éste como una herramienta potente para aproximarse a los estudios del paisaje, lo digo porque luego de estos años de trabajo entendemos que el sonido es una experiencia sensorial que, tal como la vista, no puede ni debe pensarse sola. Debemos pensar el sonido como un elemento más que nos afecta, nos envuelve, pero no como un sentido desligado de los demás sino en conjunto con las otras experiencias sensoriales que determinan nuestra relación con el entorno. Esto no quiere decir que el sonido no pueda comunicar por sí solo, o que hayamos superado los arrestos estéticos a los que nos puede llevar la escucha acusmática. De hecho, si algo quiere esta edición de la revista es compartir parte de ese interés y de invitarles a pensar el sonido desde sus cualidades poéticas y el poder que tiene de viajar sin ser visto. De modo que les invitamos a leer y, por supuesto, les invitamos a escuchar.
-Margarita Cuéllar Barona